La pregunta sobre la juventud y los valores morales es hoy un tema de gran actualidad, tal vez porque en las nuevas generaciones se muestran los primeros frutos de todo lo que nuestra civilización planta y cultiva. Superando así, por esta primera hipótesis, una lectura moralizante de la juventud, el tema nos remite a los factores múltiples que contribuyen a la formación de los valores morales y al desarrollo del comportamiento humano. De esta forma, analizar la crisis de los valores morales de la juventud será, en gran parte, analizar la crisis de los valores morales de nuestra sociedad en general.
En el presente análisis, el tema merece inicialmente un esclarecimiento conceptual que no constituye una mera introducción de presupuestos, pero ellos ya son señales sustanciales para una aproximación al tema. Hay dos aspectos fundamentales en este sentido: lo que sería adecuado entender cuando nos referimos a “valores morales”; y de que “juventud” estamos hablando, cuando nos preocupamos por su “crisis de valores morales”.
- De la moral vigente a la crisis de valores:
La distinción
entre moral y ética nos ayuda a percibir que aquí se
procesa una crisis de costumbres y comportamientos; esta crisis exige una
evaluación crítico-propositiva. La moral vigente está en crisis. No se puede,
sin embargo, pasar sumariamente de la crisis a una evaluación negativa. Una
crisis también puede ser benéfica, y una juventud anterior a la “crisis de
valores” no quiere necesariamente decir que es una juventud éticamente mejor.
La inseguridad ante lo nuevo ayuda a ver los nuevos escenarios de una manera
pesimista, mientras la seguridad de los valores establecidos lleva a añorar el
pasado. Realmente una comparación del comportamiento ético del pasado y del
presente será siempre difícil. Y además es, de poca utilidad, si se reduce a
una mera comparación. La ética, al asumir las preguntas sobre
el deber ser, se
coloca ante todo delante de la tarea de proyectar críticamente la vida dentro
de los nuevos factores y las situaciones dadas. Por esta razón tiende más a dar
lecciones del pasado, que establecer comparaciones entre el pasado y el
presente.
Ante los
cambios de los valores morales de la juventud, se puede tener una preocupación
simplemente verificativa y fenomenológica. Un camino fácil para eso es analizar
las conductas. Pero, en la profundización de la ética teológica como tal, a
partir de los avances del Concilio Vaticano II, llaman la atención en la
importancia de las actitudes que motivan los actos y las
conductas humanas en la complejidad de la vida. En ellos se expresa con más
propiedad el cualitativo ético de la acción humana. Cuando hablamos de “valor
moral”, podemos incurrir en la misma ambigüedad que se origina con la confusión
entre moral y ética. De hecho, pagando tributo fuerte a la ontologización de la
moral, existe una costumbre de pensar en “los valores morales en sí mismos” y
así fácilmente se imponen los valores conforme a un orden establecido. La
valoración ética de los valores tal vez deba pasar antes por la consideración y
evaluación del horizonte de sentido y de significados que conducen nuestro
actuar. Porque es allí donde se tejen los criterios para la construcción de los
valores morales. Los Evangelios puede ser un ejemplo de esto: mientras Jesús
propone un sentido de vida, altera consecuentemente el cuadro de valores
establecido por la concepción farisaica legalista.
Así, la
crisis de los valores morales de la juventud, para que sea adecuadamente
pensada, exige una consideración de un conjunto más amplio de cambios en los
significados de la vida, cambios que afectan a toda la sociedad contemporánea.
Podemos decir que, a propósito del “mundo de los jóvenes” no se puede ver
aislado de este conjunto. Los jóvenes “no se les puede entender si no es en el
seno de la sociedad en que viven. La juventud actual condensa y refleja los
problemas y conflictos de una sociedad compleja”.
Karen Acosta
Lorena Polo
Maria Lambraño
Jenifer Benavides
Rosa Valet
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